jueves, 9 de enero de 2014

Los Cines Roxy

Procuraré ser breve, porque tiempo es precisamente algo que ahora no tengo.

Ayer día 8 de enero cerraron sus puertas los míticos Cines Roxy de Valladolid tras 78 años abiertos: durante todo ese tiempo, un negocio local y familiar fue creciendo en pleno centro de la ciudad. Por sus pantallas pasaron miles de películas y miles de millones de fotogramas; dentro de sus salas, espectadores de todo tipo y condición rieron con las comedias más descacharrantes, lloraron con los dramas más terribles y soñaron despiertos con las aventuras que nos han marcado a todos durante nuestras vidas. El Dorado, Easy Rider, Regreso al Futuro, Jurassic Park, Avatar. Lugares y mundos que todos hemos visitado y en los que todos hemos deseado quedarnos un ratito más, sólo un ratito, porque en esos sitios mágicos que se fundieron a negro tras el fin de la película acabábamos de dejar un pedacito de nuestro corazón.



Es justo ese pedacito el que muere cuando cierra una sala de cine tan carismática, tan abierta, tan HUMANA como los Cines Roxy. En ellos nunca encontrabas más que buen humor, profesionalidad y cercanía. Desde las fabulosas chicas que te proporcionaban y validaban el pase para acceder al mundo que te esperaba a una cortina de distancia, hasta el muchacho de la coleta (Rubén, si no me equivoco) que te proveía de palomitas y todo tipo de avituallamientos para no pasar hambre durante tu próxima aventura, sin olvidar por supuesto al misterioso proyectista que hacía tu viaje posible, todos ellos supieron transmitir la pasión, la dedicación y el AMOR por el cine. Los Cines Roxy son (eran) el espacio ideal para soñar despierto, pues todos y cada uno de sus trabajadores estaban entregados a que este viaje se llevase a cabo con éxito.

Y todo es lo que se ha ido al apagarse las luces de su última proyección. Su propietario, Enrique Cerezo, responsable directo del cierre de los Cines Mantería, ha decidido que un Casino le sería mucho más rentable. Y no lo dudo, desde luego.

La arrolladora apisonadora del capitalismo salvaje se ha llevado otra "pérdida" por delante. Y no será la última, desde luego. Me hace gracia ver en el reportaje que ha dedicado el Norte de Castilla al tema la cantidad de entrevistados que comentan que "hace mucho que no pisan los Roxy". Toda esa gente hace cola para ver el último mega-estreno en el Río Shopping, unos cines más caros, más inaccesibles y menos humanos que cualquier cine del centro. Deberíamos darnos cuenta (y hablo también por mí) de que los sitios que hacen que una ciudad sea especial no se van a mantener por sí solos, porque desgraciadamente el "encanto" no aporta suficientes beneficios a sus avariciosos dueños. Esos rincones de leyenda están ahora, más que nunca, en peligro de extinción. Por eso os digo: defended y apoyad los sitios que amáis, porque nada ni nadie os garantiza que vayan a seguir ahí para siempre. Yo jamás imaginé que cerrarían los Roxy, y si hubiera tenido algo más de sentido común hubiera disfrutado de todos y cada uno de los estrenos en sus maravillosas salas.

Aún nos queda mucho en Valladolid: la Parada de los Cómics, la tienda de discos Charly Blues, los Cines Casablanca, el bar Capricho´s... cada uno tiene sus rincones preferidos y todo están a un paso de la Plaza Mayor, y sólo si nos comprometemos a apoyarlos podrán sobrevivir. Así que plantearos si realmente queréis echar combustible a la apisonadora del capitalismo salvaje la próxima vez que vayáis al cine, o de compras, o a cenar fuera. Porque los pequeños nos necesitan para no ser devorados.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Una canica desdichada

Fue entonces cuando el solitario astronauta observó todo cuanto flotaba bajo sus pies: miríadas de hormiguitas con cuatro extremidades vivían sus trágicas vidas; los ríos fluían y desembocaban en el océano, un océano vasto, infinito, que parecía entablar batalla contra los verdirrojos continentes; miles de mástiles por encima de toda aquella inmensidad, el vapor de las nubes tamizaba tanto como dejaba ver.

Meditando entre estrellas y constelaciones, el astronauta inmortalizó en vaho una última pregunta:

-¿Cómo pueden los humanos odiarse cuando conviven con la belleza misma? Acaso... ¿acaso la historia humana está destinada a terminar cuando empieza?

"Mundo- Termina cuando empieza"

miércoles, 31 de octubre de 2012

Black Hopes: End (I)




Los sucesos descritos a continuación ocurren inmediatamente después de Black Hopes VI y tienen lugar en estricto orden cronológico.


Jack, 23:04

Jack se levantó del brillante suelo del baño en el que una hora antes se había desplomado después de una desencadenada sucesión de vomitonas. La boca le sabía a mierda criada en barrica de roble, de sus ojos colgaban unas brutales legañas y su nariz era un manantial rebosante de vómito y mucosidades. Por todo ello, el diplomático conocido como Jack a esta orilla del Atlántico, con pulso firme y los ojos muy abiertos, procedió a lavarse las manos, la cara, los dientes y la boca: se enjuagó varias veces antes de introducir en ella uno de sus carísimos caramelos de menta, chupándolo cuidadosamente y nunca mordiéndolo. Se cerró la camisa con aire altivo, botón a botón, y se ajustó la corbata justo tal y como indicaba su grueso manual del protocolo. Por último, rebuscó en sus bolsillos y sacó su exclusivo smartphone, a través del cual adquirió un billete para el primer vuelo que saliese de Bruselas a Nueva York.

            Y es que era hora de tomar las riendas. Esa noche había fallado a uno de sus hombres, pero no estaba dispuesto a dejarse llevar por el terror, ni un segundo más. El día de autos estaba cada vez más cerca, y en Nueva York podría organizar y coordinar a los Black Hopes. O al menos…

− …burp… - dijeron las entrañas de Jack, a la vez que él amansaba a la arcada con una mano en su tripa-

            Al menos a los Black Hopes que le quedaban.

           
            …y a continuación, BBC Classical Radio les ofrecerá una magnífica pieza en do menor del maestro…

            Jack procuró seguir dormido al son de la música de primera que seleccionaban en su estación de primera que recibía en su Ipad de primera recostado en su asiento de primera. Estaba siendo una noche eterna, tan interminable como ese horizonte trufado de nubes frente al que Jack, con la frente apoyada en su ventanilla, meditaba con la mirada perdida entre las estrellas.

            Las estrellas… parecían tan lejanas, tan remotas, tan hermosas… En una noche sin luna como esa parecía que sólo alzando la mano uno pudiese robar unos cuantos ópalos de aquel inmenso guardajoyas. El cielo, tan oscuro, tan vacío y tan rebosante al mismo tiempo, repleto de sueños y vidas que descubrir y a la vez tan vacío de realidad… sin duda, parecía un buen lugar al que acudir después de muerto. Subir, subir, subir hasta que la nada te llena y el vacío te inunda…

            Que se lo digan a Malone, ¿eh?

            Ese pensamiento fugaz fue suficiente para desatar una salamandra cargada de dinamita que lo atravesó de abajo arriba; como el diablo vestido de Armani, Jack se levantó de su asiento de cuero color tabaco y se lanzó hacia el purgatorio más cercano: allí sacó de sí lo poco que le quedaba en una desatada sucesión de vómito y culpa que bañó hasta la última esquina del diminuto servicio de caballeros. Un último pensamiento cruzó su mente hasta que su misma debilidad lo empujase contra el suelo de azulejos turquesa: todo esto había sido culpa suya. Un par de horas más de investigación, un día más para preparar el operativo, una vida de autocontrol y quizás podría haberse puesto al mando de una manera más digna. Pero ahora Malone estaba muerto. Y él jamás podría volver a vivir en paz.

Sujeto no identificado, 02:55

Leonor: Oye, ¿dónde andas?
-mensaje recibido a las 02:56-
Leonor: Mira, me estoy comiendo la cabeza… ¿te has quedado hasta tarde en el curro? Podías haberme avisado :(
Leonor: Ya sé que no te gusta que te agobie, pero estaría bien que al menos tuvieses estos detalles conmigo. Se supone que me quieres, ¿no?
Yo: te kiero cariño. llegaré tarde. no te preocupes por mí, ok? duerme bien
Leonor: Sin ti no puedo. Ya lo sabes.
Yo: yo tengo kurro. deja el móvil y vete a dormir. como voy a terminar si no dejas de darme el coñazo?
Leonor: …
Leonor: Hay una cosa que quiero hablar contigo desde hace tiempo… es como si el Ejército te hubiese convertido en un desconocido.
Leonor: Te echo de menos, Murrow. Al menos al Murrow que yo conocía.

-Murrow se ha desconectado-

Yo: oye, cuando nos bajamos?
Kurt: mantén la calma y espera.

-mensaje recibido a las 03:10-

Yo: avísame cuando llegue el momento, ok?
Kurt: tranquilo. Mantén la calma y espera.

-mensaje recibido a las 03:29-

Yo: el guardia me esta mirando. el guardia me esta mirando, joder. tengo que bajarme ya.
Kurt: no hasta que alcancemos el centro.

-mensaje recibido a las 03:46-
Kurt: el momento ha llegado.
Yo: en k parada nos bajamos?
Kurt: no nos bajamos.
Yo: k?
Kurt: Larga vida a América, hermano.

            El hombre del pelo rapado y la cara llena de cicatrices miró por un instante a su alrededor: mujeres y hombres de todo tipo y pelaje se encontraban a lo largo del larguísimo tren de metro. Y él, ex-Marine de los Estados Unidos, orgulloso servidor del país y de sus valores más puros, estaba ahí. Con ellos. Miró por un último instante a su bolsa de deporte antes de volver la cabeza, fuera de sí, y pronunciar sus últimas palabras.

− Joder… ¡Hostia puta!

Phoenix, 03:57

…se nos va…

…vendadla y déjenla a nuestro cargo…

…hay que sacar esa bala, se está muriendo…

…orden del presidente, nos la llevamos…

…mierda…se desangrará por el camino…



Jack, 04:08

− Señor, ¿necesita una bolsita?

            Jacques, Jack, nuestro Jack, despertó de su desmayo incrédulo ante lo que estaba oyendo. A su alrededor, todo era vómito y repugnancia, y él, la decadencia vestida de traje, hacía perfecto juego con su entorno. Echó un vistazo, tranquilamente, tomándose todo el tiempo del mundo, antes de dirigirse a la azafata con una mezcla entre sarcasmo y condescendencia:

− ¿Qué le hace pensar que necesito una bolsita?
− Pues... tiene algo de vómito en la barbilla.
− ¿De verdad? ¿De verdad tengo algo de vómito en la barbilla?
− Sí, y no creo que quiera presentarse así en Washington.

            Jack estaba a punto de quemar el último centímetro de mecha que se situaba entre él y la azafata volando hacia el Océano Atlántico, cuando la poca lucidez que le quedaba en ese momento le llevó a preguntar:

− ¿Washington? ¿Cómo que Washington? No sé quién es usted, pero yo cogí un vuelo hacia Nueva York.
− Ha habido ciertos… incidentes en NY. Nos han ordenado aterrizar en Washington.
− ¿Cómo que incidentes?
− Mírelo usted mismo, señor.

            La azafata lo cogió de la mano y lo llevó hacia primera clase, donde decenas de personas sin aspecto de primera clase se arremolinaban en torno a uno de los enormes televisores del espacio. Las imágenes llegaron a los ojos de Jack al ritmo que goteaba su incredulidad, su tremenda incredulidad al ver desfilar, delante de sus ojos, la ciudad en la que pasó los mejores años de su vida siendo literalmente tragada por la tierra. Y allí, sin poder hacer nada, de nuevo sin poder hacer nada, Jack deseó por un momento poder arrojar a la azafata por la ventanilla más próxima sólo para sentirse mejor.

− Todavía nos quedaba un día… ¡todavía nos quedaba un día! ¡Joder, joder!

Phoenix, 04:36

− ¿Quién planeó todo esto?
− Vamos, despierta.
− ¡Despierta, joder!
− Mierda, no tenemos tiempo para esto.
− ¡Despierta!
− ¿Está muerta?
− Se lo está haciendo.
− Así no vamos a ninguna parte.
− Trae un cubo con agua. Vamos a terminar con el teatro.
− ¿Qué? Macho, que ya no estamos en Irak. Cálmate y hagámoslo bien, ¿vale? Tú, ¡eh! sabemos que estás viva. No lo pongas más difícil.
− Esta puta terrorista no se va a rendir así de fácil, Gordon.
− Y entonces, ¿qué? ¿Te traigo la bañera para que la asfixies, sin pruebas y sin juicio?
− ¡Mierda, hostia puta! ¿En qué mundo vives? ¡La puta Nueva York ha sido atacada, arrasada por estos hijos de puta islamistas! ¡Despierta! ¡Ya no estamos en una democracia! ¡Estamos en guerra, joder!
− Vamos, hombre, sabes mejor que nadie que eso no te da carta blanca. Cálmate, ¿vale?
− Uff…
− ¿Un café?
− No tengo tiempo para esto.
− ¿Qué dices?

            Bastó un rápido desenfunde y un clic en el gatillo para que los sesos de aquel hombre vestido de traje volasen por los aires como una enorme mariposa sangrienta salpicando los rizos de Phoenix, que contuvo la respiración aún consciente de que su engaño no duraría mucho más.

− Buff… -resopló el exsoldado con la cabeza apoyada en la pared- Y tú… me lo vas a contar todo, ¿a que sí?

            Phoenix no pudo sino asentir, conteniendo las lágrimas hasta hacerse sangre.


Jack, 05:43

            El aeropuerto Ronald Reagan de Washington DC solía ser un lugar agitado, pero durante el amanecer del domingo 4 de noviembre de 2012 llamarle algo así era poco menos que  una ofensa personal. Allí habían sido destinados todos los vuelos que iban hacia la costa Este: en su enorme interior, gente y gente y más gente desayunaba en las cafeterías, hacía cola en los baños, trataba de dormir miserablemente recostados en alguno de los bancos de madera. Jack no recordaba haber visto jamás tal acumulación de personas en un espacio tan gigantesco, llenándolo a rebosar hasta el último centímetro de todas sus esquinas. Aquello se le parecía a un campo de concentración último modelo.

            Jacques, nuestro Jack, se lo pensó dos veces antes de poner un pie sobre su enmoquetada escalerilla. La lógica más aplastante le llevó a pensar que estaría mucho más cómodo dentro del avión que fuera, pero los hombres de traje que dirigían a la muchedumbre no parecían estar por la labor. Así que Jack bajó, con su sombrero de Michael Jackson, sus gafas de sol años 70 y su gabardina en ristre, los veintipico escalones que le separaban a él del resto de los mortales.

            Estaba cansado, pero no pensaba ni por un momento rendirse. Había asuntos que resolver, conspiraciones que frustrar: él y los Black Hopes iban a evitar el asesinato de Obama, pasase lo que pasase. Este 4 de noviembre sólo había sido un adelanto, aunque por el momento nadie pareciera darse cuenta.

            Jack se quitó las gafas de sol y procedió a ponerse a la cola para tomar un triste café de máquina. Veinte largos minutos que se le hicieron eternos entre una muchedumbre confusa y hundida que suponía una buena metáfora de lo que el odio estaba haciendo al país aquella noche. A través de la enorme cristalera del techo, Jack observó como decenas de aviones volaban en círculos, apenas distinguibles por las luces rojas que remataban su alas, ansiosos por aterrizar en cualquier parte de la pista y tan desesperados como los pasajeros que acarreaban consigo.

            Iluminados por los focos, hombres y mujeres y algunos niños atravesaban la pista de aterrizaje escoltados por hombres de traje. Ganado potencialmente terrorista obligado a permanecer entre las vallas del aeropuerto. Citas, entrevistas de trabajo, reuniones, vidas interrumpidas porque a unos cuantos patriotas se les ocurrió que cuatro bombas en el metro llevarían al país por el buen camino. Hipócritas, imbéciles, desgraciados.

            En estos sombríos pensamientos andaba sumido Jack antes de pulsar el botón amarillo y dos veces el verde para obtener su ansiado café solo con una de azúcar. No pensaba centrar sus esfuerzos en otra cosa que no fuese el demostrar al mundo quién había sido el responsable de los actos del 4 de noviembre y cuáles eran sus verdaderas intenciones; por todo ello, encaminó sus pasos hacia el televisor absurdamente grande, patrocinado por una aerolínea, que concentraba la atención de todos los pasajeros encerrados en el edificio.

…dicen que se trata de una venganza, pues bien, islamistas del demonio, nosotros diremos la última palabra, vais a arder en el infierno hijos de…

…dios mío… ¿quién puede ser capaz de algo así? ¿Por qué? ¿Por qué? –balbuceaba una mujer negra, entre llantos, mientras Jack removía el café con la cucharilla de plástico- ¿Por qué no nos traen más que desgracias, maldita sea?

            − Lo están consiguiendo -maldijo para sí mismo- Estos hijos de la gran puta lo están consiguiendo…

…el único sospechoso que se baraja es una mujer no identificada de la que no se ha proporcionado más datos…

            Jack elevó la mirada desde su café hacia la pantalla. Las imágenes de una mujer con la cabeza volcada sobre el volante de un enorme todoterreno fueron llegando a su embotado cerebro, y no tardó más de un segundo en reconocer la pintura hortera de ese inconfundible coche.

− No… no puede ser…

            …al parecer, la mujer llevaba consigo varios kilogramos de explosivos, mapas y toda clase de artilugios, con lo que ha sido señalada con toda probabilidad como autora o cómplice de…

− ¿Phoenix?

            …también se cree que esta mujer está relacionada de alguna manera con Jacques Riviera, un veterano diplomático de las Naciones Unidas caracterizado por su ferviente pasión por el Islam y…

            Apenas terminó de procesar la información, Jack se deshizo de su café, alzó los cuellos de su gabardina y abandonó bruscamente su posición frente al televisor.

            Mierda, mierda… ¿ferviente pasión por el Islam? ¿Quién coño les dijo eso? Jack se sintió incómodo por momentos a medida que atravesaba con su descarado camuflaje el recinto principal del aeropuerto Ronald Reagan. Tuvo, por un milisegundo, el impulso de salir de allí usando su condición de diplomático, pero le bastó oír su nombre mentado de nuevo por el televisor para caer en la estupidez de su plan.

            Las cabezas se giraban y las bocas murmuraban: el televisor seguía voceando sospechas mientras Jacques, nuestro Jack, atravesaba la muchedumbre en dirección a ninguna parte. Su cara cada vez estaba más pálida y su estómago más descompuesto, pero se obligó a sí mismo a controlarse y, con un rápido movimiento, sacó su teléfono del bolsillo. Pensó por un segundo en llamar a Phoenix antes de marcar el teléfono del único miembro de los Black Hopes del que sabía a ciencia cierta que seguía en activo.

− Cógelo, por lo que más quieras…

...beep...beep...

Keke, 06:13

            La irritante melodía del teléfono de la mansión Keke sonó varias veces hasta que el señor de la casa, sobado en su enorme cama de gelatina, levantó la cabeza de su almohada de mujeres.

− ...por favor… deje su mensaje... -escupió con voz estropajosa antes de caer de nuevo rendido-

Jack, 06:13

...el teléfono marcado no se encuentra disponible...

− Mierda, ¡Keke, joder!

            Sus pensamientos se aceleraron al ritmo de sus pasos; zancadas cada vez más largas se sucedían mientras el diplomático trataba de dar con una última esperanza. Porque la tenía, aunque la hubiese dado por muerta. Era el momento de llamar a Malone, ese hombre al que no había tenido valor de llamar, ni siquiera para confirmar su muerte. Jack procedió a marcar de memoria un número de teléfono confundiéndose varias veces por el camino. No había pulsado el icono del teléfono verde cuando una voz gritó varios metros detrás suyo:

− ¡Usted! ¡No se mueva! ¡Alto, he dicho!

            Jack, echando por tierra esa calma tan particular de los hombres de ley, se lanzó a la carrera hacia ninguna parte a través del enorme recinto rebosante de gente, gente que apartaba a empujones y codazos como si fuese época de rebajas. Tras de sí, un grupo creciente de agentes del FBI, policía de uniforme y soldados de la Guardia Nacional se le acercaba más y más, y a cada segundo que pasaba quedaban más cerca de sus talones.

… beep...beep...

− Vamos, Malone, viejo amigo...

            Uno de los soldados a los que acababa de adelantar se lanzó sobre él como un tigre sobre su gacela; Jack pudo sentir el duro aterrizaje a través de su melenita, y haciendo acopio de fuerzas se deshizo de su carga para ganar el tiempo que necesitaba.

...el teléfono marcado no se encuentra disponible en estos momentos... deje su mensaje...

− ¡Mierda! ¡Malone, si sigues vivo, van a por vosotros! –voceó al contestador- ¡Sois los sospechosos!

            Echó la vista atrás por un momento: más de veinte hombres, todos ellos armados y de tamaño armario, corrían como demonios de uniforme detrás de Jack. Decidió ignorar la realidad por un par más de segundos y marcar de nuevo el teléfono de Keke.

− ¡Van por vosotros, Keke! –buffff- ¡Hoy… hoy es el día, tenéis que reuni...!

            El mismo hombre que trató de cazarlo instantes antes agarró el teléfono que llevaba pegado a la oreja y trató de hacer lo mismo con su brazo, a lo Jack respondió con un sprint final, antes de darse la vuelta y mirar a la cara a sus perseguidores, que lo apuntaban con decenas de rifles de asalto y pistolas.

− ¡De acuerdo! -voceó, con las mano en alto- ¡de acuerdo! Me rindo, ¿vale?

            
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sábado, 13 de octubre de 2012

Black Hopes VIII





Anteriormente en Black Hopes…

            Qué típicamente televisiva resulta esta frase, ¿eh? El destino del Imperio se tambalea tras la muerte del Emperador Clítoris Sextus y el triunfo de la conspiración orquestada por Felipo el Hermoso. Pero, ¿qué trama en realidad Rosarito Parrales? Es un cliché tan grande que no sé como el imbécil excelente escritor que desde su palacio interestelar decide nuestros destinos se atreve a usarlo. Pero eh, me pagan por hacer esta bonita introducción (aunque en realidad no me pagan nada), así que aquí la tenéis:

            Los Black Hopes, grupito de operaciones secretas cuyo nombre deriva de un juego de palabras muy cutre, fueron creados improvisadamente por el diplomático de la ONU conocido como Jack, cuyo incógnito y su aversión a presentarse en persona desataron muchas sospechas entre los seleccionados para formar parte del grupo. Estos son, en la actualidad y por orden de aparición: Malone, soldado renegado del Ejército de los EEUU, bocazas como él solo y con mucha fe depositada sobre Jack como buen amigo suyo que es; Destripador, todo un Lobezno de pelo en pecho del que no se sabe gran cosa más allá de que Malone se lo encontró en un bareto de mala muerte, que posee un problema con aceptar cualquier autoridad superior y que disfruta metiendo cortes a todo su equipo; The Eagle/ Phoenix/ Aguilucho, mercenaria contratada  por Jack: ella es la ingeniera e informática del grupo, de la que tampoco se sabe gran cosa más allá de su amor por el dinero y por las pantallas brillantes. Por último está Keke (sí, sólo Keke. No necesita más que un nombre) todo un personaje que afirma ser rico heredero de un duque británico (yo tampoco me lo creo) y cuyos excesos han corrido a cuenta de los Presupuestos Generales de las Naciones Unidas.

            Paralelamente también están Nilo, la supuesta mejor amiga de Malone que acabó con un tiro en la pierna en algún sórdido lugar de Rusia, y Urang, del que tampoco sabemos gran cosa más que viene del Oriente de los kebabs y de los terroristas odia-bikinis.

            La misión y razón de los Black Hopes fue la existencia de pruebas irrefutables (o eso dijo Jack) que señalaban a Rick McArthy, líder del Nuevo Partido Americano, como cabecilla de una conspiración a nivel mundial cuya primera salva sería el asesinato del presidente de los EEUU, el muy morenito señor Barack Obama, a una semana de las elecciones americanas. Por lo visto, alguien de dentro del Ejército pensó con el 11-S en mente que lo último que necesitaba el país era un débil demócrata comandándolo cuatro años más, así que un buen pum en la cabeza sería suficiente para desatar el voto del miedo a lo largo y ancho de América. Si todo seguía su curso, el terror se expandiría como la pólvora por todo el mundo, dejando los gobiernos en mandos de una institución militar a nivel global. Si todo seguía su curso, claro.

            Y por eso, para evitar que todo siguiese su curso, fueron creados los Black Hopes; mediante un plan tan absurdo que sólo podía salir o muy bien o muy mal, trataron de obtener pruebas que incriminasen al NPA de McArthy antes de que el asesinato se llevase a cabo. Mientras, Keke fundó su Partido Pepi para barrer en las elecciones a McArthy y a su calaña, cosa que le fue incluso demasiado bien a la vista de los acontecimientos. La fuerza bruta del equipo, Destripador, sólo tendría permitida la entrada en acción en caso de que todo fuese mal, es decir, minutos antes del asesinato del presi.
           
             Actualmente, no se puede decir que los Black Hopes sigan existiendo como tales: Malone está en paradero desconocido y potencialmente muerto tras una operación encubierta que salió especialmente mal, de Destripador no se sabe absolutamente nada desde hace un tiempo, Jack se pasó el último capítulo potando como un descosido y Keke sube en los sondeos electorales cada vez que lo pillan conduciendo borracho. Phoenix es la única que sigue guardando el fuerte, pero sólo nuestro idiocio magnífico escritor sabe lo que durará esto.

            Y eso es todo, así más o menos. ¿Qué quién soy yo? Un personaje de esos que matan por que sí, uno de esos que no importan a nadie más que a sí mismos. Puto escritozuelo, ¡que te jodan! ¡Ya me has matado! ¿Qué puedes hacer para callarme, eh?




BLACK HOPES VIII

Domingo 4 de Noviembre de 2012

Un día antes del último discurso del presidente de los EEUU antes de las elecciones.

03:44 AM


Malone atravesó el ventanal antes de que el infernal balanceo lo llevase de nuevo fuera. Ensartado por unos cristales más grandes que pequeños, el malherido soldado se desmayó soltando en su caída el cable de acero que le había salvado la vida, al que ahora abandonaba para precipitarse al duro suelo del barrio pijo de la ciudad.

Crack

- ...Malone?
-... me recibes, soldado?
- Maldita sea, , como estés disfrutando con esto te juro que te mataré a sangre fría...  pero por lo que más quieras, Malone, responde...

Bbzzzzzzzzzzzt

− Mierda.

Bienvenida a la realidad, amiga. Bienvenida a las consecuencias de tus actos.

- Snfff...

¿Acaso puedes ignorarme? ¿Acaso puedes obviarme? ¿Acaso has conseguido, después de toda una vida intentándolo, silenciarme siquiera durante un par de horas? Pastillas, terapias, ¡nada funciona conmigo!

- ...cállate...

Has matado a Malone. Tu alma está aún más cerca del infierno de lo que ya habías conseguido. Hasta entonces, ¿Podrás vivir con ello?

- Cállate... ¡cállate, cállate!

Ah, ¡pero qué deliciosa y verdadera sinfonía! ¡Has matado a Malone! ¡Has matado a Malone!

- ¡Zorra, hija de puta, malnacida!

¡Sí, lo has hecho, has matado, matado, matado,

- ¡No, no, no, no he hecho nada! ¡Eres una puta mentirosa!

matado a Malone! ¡Has matado a Malone!

- ¡Eres una cerda! ¡Muérete, muérete, muérete, maldita sea!

No.

- ¡Muérete de una puta vez!

Muérete tú.


Déjà Vu

Ahora mismo

...

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Phoenix bajó la interminable escalera de incendios como un vendaval de locura, escapando del acosador sonido metálico que la perseguía como su amante despechado, ansioso de venganza, rebosante de rabia. Aquellas infernales escaleras parecían bajar directas hacia el abismo del infierno, un infierno de asépticas luces blancas, de paredes almohadilladas, de camisas de fuerza, un infierno del que quería desesperadamente pensar en pasado.

Clank

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Clank

            El edificio entero de las Naciones Unidas, ocasional CG de los Black Hopes, estaba inquietantemente camuflado con la noche neoyorkina: como si un conflicto irreconciliable hubiese estallado entre los países que formaban la ONU, ni una luz iluminaba el bloque de cristal y acero, y tan sólo las lucecitas rojas en las aristas de su azotea indicaban que por allí solían depositarse las esperanzas de paz entre las naciones.

Clank

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Clank

Ni un guardia, ni un diplomático, ni uno sólo de los personajes que solían poblar los enmoquetados pasillos y despachos de las Naciones Unidas. Nadie en ninguna parte, un vacío y agotador nadie que la estaba desquiciando a cada escalón que descendía.

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Clank

             Y es que era obvio que la estaban controlando, tan obvio que se podía mascar en el aire. Algo pasaba. Alguien quería algo de ella...


Caos

Hace mucho

...

- Déjame, ¡déjame en paz, joder! ¡No me toques! ¡Se lo diré a mamá, lo juro!
- Tranquila, hija. Soy tu padre, háblame con respeto, ¿de acuerdo?
- Sniff...
- Pero vuélveme a hablar de esa manera y te mataré, de una vez por todas, ¿eh? Y de eso no podrá salvarte ni tu madre.
- ...snff...
- Y súbete las bragas, por amor de Dios. Eres una puta, mi putita, y no quiero pensar que mi putita es una cerda, ¿de acuerdo? La cena es a las 9.
- ...
- Nos vemos luego.
- ...que te jodan…

Déjà Vu, parte dos

Ahora mismo
...

            Las puertas del parking se abrieron solemnemente, como si las puertas del cielo fuesen metálicas, frente a una Phoenix totalmente fuera de sí. Su cuerpo, su esbelto cuerpo, estaba empapado en un sudor ardiente que brotaba en sus cejas y quemaba todo aquello que tocaba hasta alcanzar sus pies. Surcando su sien izquierda se encontraba una cicatriz tan roja como sólo puede ser la sangre, un tajo del pasado del que solía pensar que jamás tendría que sentir otra vez. Sus párpados estaban tan abiertos que daba la impresión de que  sus ojos fuesen a caerse al suelo en cualquier momento, y tan dilatadas estaban sus pupilas que sobre su marrón claro se veían los anillos de crecimiento. Su labio inferior sangraba como si en vez de mordérselo se lo hubiese disparado, y la misma sangre bañó sus dedos una vez se le acabaron las uñas que morder.

Todo era oscuridad a su alrededor, una masa de nada que tragaba todo cuanto se atrevía a entrar en su espeso seno. La única forma de luz que parecía sobrevivir tenuemente eran las paradójicas lucecitas que indicaban que las lámparas de seguridad seguían operativas, alerta ante cualquier apagón repentino.

            Un sonido chirriante la destrozó los oídos, y avanzó y avanzó y avanzó a través del espeso firmamento subterráneo acompañada de su propio miedo y de las estrellas naranjas cuidadosamente dispuestas en línea recta a sus dos lados, como marcando el camino hacia la nada. Avanzó y corrió y huyó de sí misma como si a la muerte llevase tras de sí, hasta que paró y hurgó entre sus bolsillos en busca de las llaves de su todoterreno. Abrió las puertas con un sonido mecánico e introdujo la llave en su lugar. El motor arrancó, y Phoenix volcó su cabeza repleta de rizos sobre el volante forrado en cuero, tan fuerte que el logo que decoraba su centro acabó tatuado sobre su frente.

- Cállate... cállate –susurró Phoenix, con los nervios de punta.- Déjame en paz...

            El coche atravesó la nada hacia las luces callejeras que brotaban de la entrada. Phoenix trasteó con el equipo de sonido; necesitaba evasión, necesitaba algo que oír más allá del silencio y de su propia locura. Una aterciopelada voz emanó de los altavoces a la vez que Phoenix, cada vez más fuera de sí, subía la cuesta de acceso al parking dejándose los bajos por el camino.

Y a continuación, en Radio Nowhere, les ofrecemos el informativo más oído a nivel nacional, con nuestra presentadora Angela Sanders. Comienza “Noticias Noche”.

El volante giró sobre su centro como si de un exorcismo se tratase. Phoenix respiraba increíblemente rápido. La radio subía su volumen más y más al ritmo de la sintonía del programa.

...presidente, Barack Obama, ofrecerá mañana un discurso al pueblo americano en el que promete aclarar el porqué las razones de su política durante los últimos años...

Las curvas olían a goma quemada, los tramos rectos parecían viajes en el espacio tiempo. Aceleró y dejó atrás a todo conductor cuerdo. El resto del mundo eran apenas unos difusos trazos de neón a su alrededor y las calles y las avenidas se convirtieron en pistas de contrarreloj. Phoenix atravesó el centro de Nueva York a una velocidad endemoniada y no tardó en tener tras de sí a toda la policía que encontró por el camino iluminando de azul y rojo su viaje hacia la más absoluta locura.

...bajó un quince por ciento con respecto a su cotización de 2010, quedándose rezagada en la carrera por...

Los policías cada vez se acercaban más y más y más, y la antes conocida como The Eagle seguía esforzándose por alcanzar su cada más improbable destino. El GPS, como ajeno a todo eso, comenzó a predicar en el desierto con su voz de plástico.

Por favor, gire a la derecha

...nubes y claros en todo el Estado, con máximas de veintiocho grados y mínimas...

- Cállate, tú también... esta vez no escaparás, padre. No te dejaré hacer tan fácilmente, otra vez no. Otra vez no.


Caos, parte dos

Hace mucho

...

- Está loca.
- No es tan sencillo, señor McArthy. Se trata de un trastorno postraumático relacionado con algún shock que la chica no parece querer contar a nadie. Según indican todos los síntomas, irreversible. Lo siento, señor.
- Bien, pues que la encierren. No quiero que nos dé más problemas, ni a mí ni a mi familia, ni a mi partido.
- ¿Perdón?
- Ya me ha oído. Si está loca, que la encierren. Y que sea discreto.


Déjà Vu, parte tres

Ahora mismo

...

Por favor, disminuya su velocidad hasta alcanzar la segunda salida a la izquierda.

... y de nuevo, los Maxwell Trotters se impusieron brutalmente ante los Corvin´s Globbers, que... bzzt... interrumpimos la normal programación para ofrecerles un informativo de urgencia...

- Vamos vamos vamos, un par de minutos y estaré allí... –musitó Phoenix entre dientes- estás detrás de todo esto, padre, tú has matado a Malone y no yo no yo no yo… te vengaré, colega… en menos de diez minutos estaré allí, padre, y ni tú ni tu jodidas influencias volverán a atormentarme, jamás… os mataré a todos si es preciso…

...lo que parece ser un atentado terrorista en pleno corazón de Nueva York… la ciudad entera está siendo tragada, literalmente, por la tierra… trenes de metro cargados de explosivos… increíble pérdida de vidas… hay fuego por todas partes…

− ¿Qué?

...nadie sabe aún quién es el responsable, pero todo parece indicar a una venganza por la muerte del líder de Al Qaeda... la pregunta que se respira en el ambiente es ¿qué hacemos ahora, cuando todo ha fallado de nuevo?

− No, no, ¡mierda!

¿Cómo afectará esto al resultado de las elecciones del martes?

− ¡Todavía nos quedaba un día! ¡Joder, joder, joder!


Caos, última parte

Hace mucho


Corre, corre como si la luna fuese a matarte, como si el asfalto quisiera tragar tus pies, como si el aire nocturno fuese gas mostaza. Muévete. No vuelvas a dejarte coger. Esta es tu última oportunidad.

No volverás a torturarme, padre. Lo juro por mi vida. Cuando volvamos a vernos, serás tú el que salga con los pies por delante.


Déjà Vu, última parte

Ahora mismo


Cuando parecía que los neumáticos del Jeep Revenge de Phoenix no volverían jamás a tocar el suelo, su pie pateó el freno repentinamente, poniendo un palo entre las enormes ruedas del automóvil cuya inercia impulsó la cabeza de la chica contra el volante abriéndola una brecha por el camino. Allí, en mitad de la Liberty Round, la rotonda con mayor tráfico de todos los Estados Unidos, Phoenix volcó la cabeza contra el volante como había hecho minutos antes, pero esta vez por una razón bien distinta.

Aquella noche, Nueva York se estaba hundiendo en el mayor de los caos posibles, tanto literal como figuradamente. Unos trenes de metro cargados por unos maníacos por el momento no identificados estaban explotando uno detrás de otro en todos y cada uno de los puntos clave de la capital del mundo: el Empire State, la Zona Cero, la estatua de la Libertad: todo símbolo, todo centro de poder, todo se estaba viniendo tan abajo, tan al infierno, que ni siquiera arrodillándose podría verse el fondo del abismo. Como si de una metáfora enferma se tratase, la civilización estaba naufragando en el barro de su propio miedo, en su misma codicia, en su mugrienta prosperidad.

Phoenix, la loca, la desquiciada Phoenix miró a través de los cristales tintados de su inexpugnable coche: a su alrededor, una coreografía mortal de cientos de coches de policía, de furgonetas, de hombres de azul armados hasta las cejas, la iban rodeando cada vez más y más rápido. Muchos de los conductores que segundos antes había adelantado se bajaban de sus coches, algunos confusos, la mayoría rebosantes de rabia y desconcierto, ansiosos de que alguien les diera una explicación, de dar con un culpable al que colgar. La justicia ciudadana buscaba responsables del caos, porque algo tan terrible no iba a quedar impune. No para ellos.

En medio de todo esto, con un todoterreno rebosante de armamento, de planos y mapas, de ordenadores y explosivos, estaba Phoenix, la loca, la desquiciada Phoenix.

Bastó un tiro afortunado para que su hombro comenzara a rebosar sangre y su cabeza, que se giró por un momento para contemplar la gravedad de la herida, se desmayase contra el volante por tercera y posiblemente última vez.

Todo comenzaba de nuevo…






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Creado a partir de la obra en thejanoblog.blogspot.com.es



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miércoles, 10 de octubre de 2012

Black Hopes: Subway Love




…ah…desde luego, soy todo un dramas…

…mañana me voy. Mi avión sale a las nueve, y bueno, estaría bien si te puedo ver un ratito antes, no sé… ¿una copa esta noche? ¿quizás un desayuno juntos?

…mira, sé que no he sido ni el novio perfecto ni el ex ideal, pero en fin, creo que al menos estaría bien una despedida en condiciones, yo que sé… por los viejos tiempos. Am, tú… tú has significado mucho para mí, eso lo sabes, y yo sé perfectamente que lo que tuvimos juntos ya no va a volver… por eso necesito verte antes de irme, para guardar un buen recuerdo de lo nuestro y no irme contigo como mi ex a la que grité y que me insultó y toda esa mierda que nos dijimos…

...visto que no me contestas, daré por supuesto que esta noche no te viene bien… si te parece, mañana te estaré esperando en el Paddy´s con un enorme croissant de cacao y nata como esos que nos comimos en Moscú pero sin todos esos gorritos raros y sin ese jodido frío… en fin, allí estaré sobre las siete y cuarto. Procura no retrasarte, los cafés se enfrían y yo tengo que coger un avión. Nos vemos.

…Am, soy Pamela Landy. Me dicen mis jefes que mañana libras. Acuérdate de no sacar la pistola, ¿vale? Jajajaja. Cuídate, ¿okey? Nos vemos el jueves.

…pulse 1 para repetir…

Ocho de la mañana

            Amanda Miriam de Guadalupe, treinta y pocos, soltera, hermosa de cara y cuerpo y con esa belleza tatuada que tiene denegada la entrada en revistas y películas, maldijo para sí misma. Otra día sin trabajo. Otro día sola en casa…

            Con movimientos de pantera confiada, la mujer se desperezó ruidosamente en lucha contra unas sábanas que se negaban a abandonar el cálido roce con su cuerpo. Lanzó una tibia mirada a través de su ventana en busca de de confirmar que su mundo seguía ahí, que el pasado seguía, una mañana más, confinado para siempre en la noche de los tiempos.

            Etam, su gatillo persa, realizó el mismo ritual antes de lanzarse a la carrera hacia la cocina. Procurando no gastar más agua del necesario, Am se lavó la cara y se observó a sí misma, una mañana más, sola frente al espejo, como si del retrato de una muerta se tratase. Apagó la lamparita del tocador, pero la blanca luz de la mañana, tamizada por el verdor de las plantas del ventanuco, seguía iluminándola sin piedad. Allí estaba ella, la única culpable de su propia miseria. Ella y nadie más.

            Encaminó sus pasos hacia la cocina y escondió por el camino varias fotografías que estaban donde no deben estar esas fotografías. Café, tostada requemada, yogur de marca blanca. La misma rutina que seguía desde que se fue de casa de sus padres. Un día más en una vida vacía como el tarro del cacao.

            Etam maulló lastimero ante la perspectiva de un plato de comida vacío, pero sus lamentos cayeron en el saco roto de una ama sumida en sus propios pensamientos, unos pensamientos tan negros como el café solo y sin azúcar que removía perezosamente con su cucharilla de porcelana.

            Por los posos de su mente desfilaron aquellas vacaciones en Oahu con sus compañeros de comuna, esas lejanas noches cenando remotas e insípidas comidas veganas, aquel llegar del trabajo reventada y encontrarse con un beso de su chico, que la esperaba escondida en el armario, aquellas rastas pelirrojas, aquellas mañanas y tardes y noches de sexo loco, loco, loco… todo lo que había vivido al lado de ese hombre al que había dejado plantado hacía tres cuartos de hora. Casi se podía decir que lo echaba…

            Sacudió violentamente la cabeza espantando sus pensamientos y recogió los restos del desayuno. Dio de comer a Etam y procedió a ducharse y a ponerse ropa de calle, porque no podía soportar la idea de toda una mañana con el pijama puesto. Se tomó su tiempo para arreglarse y se puso encima lo más bonito que pudo encontrar, porque puede que no tuviese novio, pero no pensaba dejar que eso la impidiese ponerse lo más guapa posible, aunque sólo fuese para sí misma.

            La mañana iluminaba las transitadas calles de Nueva York con su luz blanca y pura. Las hojas de los árboles anticipaban la llegada de un otoño frío al que el tórrido verano todavía ofrecía resistencia. Las faldas largas con volantes y las melenas desgarbadas monopolizaban el paisaje callejero del barrio hippie del Lower East Side.

            Al salir, trató en la medida de lo posible no pensar en Mark, su pelirrojo y guapetón Mark. He hecho lo mejor para los dos, pensó para sí. Vernos después de aquello sólo nos habría traído problemas. No había manera de decirnos adiós, no después de aquello. Los actos hablaron por sí mismos.

            Falta fruta, pensó Am tratando de centrarse en otra cosa. Dirigió sus pasos hacia uno de los puestos regentados por asiáticos que se dispersaban por todo el barrio y tanto solían gustarla.

            − Buenos y prósperos días –vocalizó, en un inglés rebosante de acento, la mujer bajita y de ojos rasgados detrás del expositor de madera- ¿Quería algo?
− Ey, buenas –respondió Am mientras escrutaba los vegetales disponibles- Ponme… no sé, un par de kilos de ciruelas.
− ¿Un par de kilos? ¿Para usted sola?
            − Sí, yo…
− Un momento, ¿Amanda? ¿Am? ¡Hacía mucho que no te veía por aquí, querida!
− Ah, sí… hola, Lifen ¿qué tal va todo?
− ¡Estupendo! Pero, ¿qué importará cómo me vaya a mí? ¡Lo importante es cómo te va a ti la vida! ¿Sigues felizmente prometida con ese muchacho pelirrojo, Paul?
− No, Mark y yo…
− ¡Pero bueno! –voceó un hombre moreno, grande como un armario, desde la furgoneta de reparto- ¡Si es Am! ¡Cuánto tiempo, muchacha! ¿Qué va a ser?
− Eduardo, no molestes a la chica. Ponla, en una bolsa de tela, dos kilos de ciruelas y unas cuantas manzanas fuji, y que sean grandes, por cuenta de la casa. Estoy segura de que a Paul le encantará esta variedad. Con qué gusto devora las manzanas, ese muchacho….
− Ahora mismo –voceó de nuevo a la vez que buscaba entre la fruta de la furgoneta- ¡Dale recuerdos a Mark de mi parte!
− Eduardo, deja de parlotear y dime, ¿llegó ya el chiquillo de las naranjas?
− Qué va, Lifen, creo que… eh, ¿dónde ha ido Am?

La mujer asiática oteó ambos sentidos del horizonte como si por su propia condición de mujer pudiera comprender lo que acontecía a Am, que corría entre la multitud varios metros más allá.

− Esto no es buen augurio…

Manzanas, verdes verdes verdes manzanas. Tarta de manzana, compota de manzana, flan de canela con manzana. Un par de miles de años luz más allá, arrodillada en un callejón, Amanda Miriam de Guadalupe, treinta y pocos, soltera, hermosa de cara y cuerpo y con esa belleza tatuada que tiene denegada la entrada en revistas y películas, rememoraba contra su voluntad todos los platos veganos que Mark, su pelirrojo y guapetón Mark, la preparaba para cenar después de un larguísimo día de trabajo controlando que niñatos y rastafaris pagasen su billete del metro. Esas cenas que con tanto esfuerzo trataban de disimular la falta de proteínas carnívoras en su receta y que Am, la hambrienta Am, se veía obligada a completar con algo de pizza grasienta. Esas cenas que siempre terminaban con el mejor de los postres… manzanas… siempre algo con manzanas…

− Mark… joder, Mark… -trató de contener sus palabras, con la boca pastosa, hasta que no pudo más- …ojalá estuvieras aquí. Lo siento… lo siento tanto…

Y tanto. Mark, su Mark, estaba ahora tres mil metros sobre el nivel del mar y otros tanto miles lejos de ella, buscando un mundo mejor en algún lugar de la India. Ni siquiera le había concedido una despedida digna, ¿qué clase de mujer haría eso a un hombre al que había querido tanto?

Menuda mierda de día. Necesitaba trabajar, sentarse en su garita, su hábitat natural, y charlar con viejos solitarios y jóvenes antisistema, juguetear con sus pelotas antiestrés, limpiar su pistola y todas esas cosas que la distraían en su refugio subterráneo…

Pistola.

Am sacudió la cabeza y recordó. No recordaba haber llevado la pistola consigo. A todas luces, se había dejado la pistola en el trabajo.

− ¡Joder, joder! Pam me matará como se entere.

Más la valía recuperarla. Dejarse la pistola en la garita suponía, además de un peligro para la seguridad pública, una buena razón para despedir a un guardia de seguridad del metro de Nueva York.

Am corrió avenida abajo hacia la estación de Brooklyn Junction como si de un diablo con morenos pechos se tratase. Por el camino se cruzó con Lifen, la mujer asiática del puesto de frutas, que murmuró para sí “buena suerte, Am”. Atravesó cuatro pasos cebra de manera suicida y atropelló por el camino a una señora de bien que paseaba por su calle y que murmuró, con la mano en el pecho y cara de indignación, un sonido inaudible que Am no quiso pararse a interpretar.

Recorrió, como otro de tantos días a lo largo de su vida, las doscallesalaizquierdayluegosiguestodorecto que la separaban de su puesto de trabajo. Esperó a un interminable semáforo y al fin llegó a la estación de Brooklyn Junction, donde la esperaba su querida garita y, con suerte, su inculpatoria pistola reglamentaria.

Bajó las escaleras y encontró el mismo bullicio de siempre: jóvenes aislados por un par de piezas de plástico en sus orejas, chicas superarregladísimas, chilenos tocando el acordeón. Su mundo.

Controlando el tránsito estaba un muchacho rubio y barbilampiño al que el uniforme le sentaba particularmente bien. No le había visto nunca, pero Am no podía evitar una buena sensación, un buen feeling.

− Hola, esto… –Am estaba algo cortada delante del nuevo, y no sabía muy bien porqué- Soy Amanda, la segurata habitual de por aquí. Verás, ayer olvidé algo en la garita y lo necesito, así que, si no te importa…
− Oye, soy nuevo aquí y no puedo dejar entrar a nadie a una garita que no es mía. ¿No puede esperar a mañana?
− No, la verdad es que no. Mira, tengo aquí mi identificación –dijo Am a la vez que sacaba su tarjeta azul y dorada de su bolso- ¿Me dejas pasar, por favor?
− No puedo. Mis jefes me matarían.
− Tus jefes son buenos amigos míos, y esa garita es mía. Tengo que entrar ahí y lo siento, pero tú no puedes hacer nada para impedírmelo –dijo Am, cada vez más firme frente al rubio saco de músculos-
− Pero… bueno, si te pones así –dijo él, siguiéndola de cerca- Tienes la llave, supongo…

Click

Am echó un vistazo a su alrededor, cada vez más acalorada al no dar con su arma. “El novato puede haberla visto”, pensó, “y haberse chivado”. Entró, como última esperanza, en la minúscula habitación anexa en la que los seguratas a tiempo completo guardaban sus trastos. Tras ella seguía el novato rubio.

− Oye –le dijo ella- ¿Te importa? Ésta es mi zona personal.
− No, claro que no.

Un súbito golpe de culata después, Amanda Miriam de Guadalupe, treinta y pocos, soltera, hermosa de cara y cuerpo y con esa belleza tatuada que tiene denegada la entrada en revistas y películas, cayó aplomo sobre el diminuto suelo de su habitáculo. Resistió lo suficiente como para tratar de devolver el golpe con el extintor, pero la inercia del impulso la dejó a merced del muchacho rubito que tanto la recordaba a Mark. El novato golpeó su morena cabeza como si de una nuez se tratase y la dejó allí, tendida en lo que solía ser su rincón más íntimo, con la cabeza sangrando y la mente desvaída.

− Haznos un favor y muérete rápido, zorra.
            − Bzzzzzzzt… ¿Algún problema, John?
            − Qué va. Todo va según lo previsto.
            − Bien. Estamos entrando. Todo estará listo para la noche.
            − Que así sea. Larga vida a América.
            − Larga vida a América.

Tres hombres con aparentemente nada en común más que un par de llamativos tatuajes medio ocultos pasaron por la entrada en dirección al metro. Uno de traje, el otro de calle y el último de fiesta, todos ellos cargados con mochilas y bolsas de deportes, pasaron separados entre sí a través de la multitud neoyorkina.

El plan estaba yendo como la seda.


EPÍLOGO

…tiene un mensaje nuevo…

…recibido hoy a las 05:32

…Hola, Am… verás, espero no haberte despertado y todo eso, porque bueno, yo ya estoy despierto y tal… ya sabes como son los aeropuertos, hay que llegar allí quince días antes para que te toqueteen o te dejan en tierra sin miramientos… sólo quería decirte que, en fin, espero que vengas. Sé que todo esto ha sido duro para ti, y lo entiendo, pero bueno... es como si todavía pudiera arreglar lo nuestro con un croissant como hacía siempre que nos enfadábamos. Mierda, no tenía que haber dicho esto. La he cagado, ¿verdad? Incluso hablándole a tu contestador puedo sentir esa mirada tuya que me pone los pelos de punta, y no sólo los pelos. Oh… mierda. Otra vez la he cagado. Lo siento, ¿eh? Es muy pronto y no he dormido una mierda.. En fin… te dejo ya, antes de que vengas a matarme por hablar demasiado. Mira… no te pediré que vuelvas conmigo, lo juro. Pero al menos concédeme el llevarme un buen recuerdo conmigo. Una despedida, eso es todo lo que te pido. Buenas noches, Am.

…pulse 1 para repetir…

Beep
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